martes, 1 de julio de 2014

El cuervo blanco

Ya era tarde, la noche era de luna nueva y por tanto la oscuridad en el exterior de la habitación de Anne River, de 20 años, era total. La chica se ayudaba de la luz de su lampara de mesa para terminar de repasar los apuntes que llevaba semanas preparándose para un examen muy importante que tenía. El reloj digital de su mesilla de noche marcó las 00:00 de la noche, y Anne consideró oportuno dejar reposar su agotado cerebro por esa noche, pues se sentía muy cansada. Recogió los libros y cuadernos, apagó la luz y se dispuso a acurrucarse bajo la suave y cómoda sábana de su cama, pues era pleno Diciembre y hacía bastante frío. Cerró los ojos y trató de recibir el abrazo de Morfeo, pero fue en vano. Algo la inquietaba, algo le hacía retorcerse y dar vueltas sobre sí misma en la cama, haciéndola incapaz de conciliar el sueño. Extrañada, se levantó de la cama, se puso sus babuchas, que estaban juntas a un lado de ésta, y abrió la puerta de su habitación, dirigiéndose hacia la cocina, en busca del frigorífico. Tomó el brick de leche y también una aza del mueble de al lado, llenándolo y posteriormente metiéndolo en el microondas, pues pensaba que tal vez un buen vaso de leche caliente la ayudaría a dormir rápidamente. Habiendo terminado de calentar la leche, Anne dio un pequeño trago, pero cuando sus ojos miraron hacia una ventana abierta que había en la cocina, casi se ahoga, pues sentía que, en la oscuridad, algo o alguien la observaba fijamente. Nerviosa, Anne se dirigió hacia la ventana, dejando el vaso a un lado, y se aseguró de que ésta quedaba cerrada a cal y canto. Tras el cristal de la ventana, Anne contempló la oscuridad un instante, pero no vio nada extraño, lo cual le hizo pensar que probablemente había cogido al fin el sueño y que su mente le había jugado una mala pasada, por lo que volvió a su dormitorio y se echó nuevamente en la cama. Sin embargo, cuando ya se encontraba acomodada, algo hizo que su sangre se helara. Frente a la ventana de su habitación, dos brillantes ojos se posaban fijos sobre los suyos. Anne, a pesar del miedo, se incorporó de la cama y corrió hacia la ventana, haciendo que aquellos ojos se alejaran hasta desaparecer en la oscuridad. Anne cerró rápidamente la ventana y encendió la luz de su habitación, dirigiéndose posteriormente a su armario y agarrando una vieja escoba. Cuando Anne se volvió, no pudo evitar dar un salto hacia atrás al ver que, a los pies de su cama, estaba posado un pájaro grande, similar a un cuervo, pero cuyo plumaje era blanco como la nieve y sus ojos eran amarillos y brillantes en lugar del clásico negro de los cuervos. El animal la mira fíjamente, impasible sobre la cama de la chica, y Anne, una vez se repone de la sorpresa, se acerca al cuervo lentamente, con precaución, pues había leído sobre la agresividad de aquellas aves. ¿Eres tu quien me estaba obsevando? dijo Anne, pero el cuervo no respondió. La joven se acercó aún más al animal, pero éste continuaba impasible, así que la jóven volvió a folmularle la misma pregunta. Entonces, el cuervo se sacudió, haciendo que Anne retrocediera un poco, abrió su pico y comenzó a regurgitar algo, moviendo con fuerza sus alas para ayudarse a expulsar lo que traía en el estómago. Finalmente, el animal escupió algo brillante, que cayó al suelo a los pies de Anne. El rostro de la joven se tornó en terror al reconocer el colgante de plata que su padre había regalado a su madre por su cumpleaños el año pasado, el cual se encontraba manchado de sangre fresca, como si el animal lo hubiese tomado de un cadáver reciente. Anne tomó en colgante de su madre entre sus manos, temblando, y cuando levantó la cabeza, el cuervo blanco había desaparecido de la habitación de forma inexplicable, pues la puerta estaba cerrada con llave tras ella y la joven había cerrado con pestillo la única ventana que había en la habitación. Aun así, la joven, horrorizada, salió de su dormitorio a todo correr, avanzando en la oscuridad de la noche por el pasillo de su casa, hasta llegar al dormitorio de sus padres, donde, para su horror, descubrió el cuerpo sin vida de su madre, tendida sobre la cama de matrimonio en la que dormía con su marido. el cual se hayaba igualmente muerto, a su lado. Anne no pudo reprimir un grito de angustia y puro horror ante aquella escena, y acabó siendo hospitalizada de urgencia, pues los vecinos la vieron tratando de saltar desde el tejado de su casa mientras repetía Él lo sabía...el cuervo lo sabía.... Buenas noches y felices pesadillas.

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