jueves, 25 de abril de 2013
El sicario
Fieles lectores de Miedo Magazine, sé que llevo bastante tiempo hablando de leyendas que muchos de vosotros pueden comprobar. Pues bien, ya es hora de que regrese a mí especialidad y relate una historia en la que mostraré un poco más del inquietante mundo de los vampiros. Espero lo disfruten y felices pesadillas. Era una fría y oscura noche, en la cual, el señor McHein se dirigía a ver a un cliente, el cual le había citado en su casa, situada en un poblado perdido entre los Urales. Hacía mucho frío y apenas podía ver, pues eran más de las 12 de la noche y estaba en mitad del campo, únicamente alumbrado por una lámpara de gas vieja. Enfadado, se preguntaba quién podría requerir sus servicios a una hora como esa, y cuando llegó a la casa que buscaba y llamó a la puerta, pudo descubrir que su cliente era un tipo de aspecto joven, de no más de 20 años. Entonces, McHein preguntó si era él el señor Miroslav, a lo que el joven asintió y lo invitó a entrar. McHein estaba extrañado, pues aquella casa estába prácticamente desierta, sin embargo, Miroslav, tratando de disimular su acento ruso, le dijo que se había instalado allí hacía apenas 2 años, así que McHein pensó que estaría haciendo limpieza. Miroslav le invitó a sentarse y preguntó si quería algún tipo de bebida, a lo que McHein contestó que un café caliente. Entonces, Miroslav le pidió que esperara en aquella sala y se dirigió hacia lo que parecía ser la cocina, entrecerrando la puerta tras él. Entonces, McHein, que se sentía incómodo, aunque no sabía porqué, decidió husmear un poco por las habitaciones de la casa, aunque tampoco había mucho donde mirar, pues además de la puerta que había cerrado Miroslav, había otras tres, y una de ellas era la de la entrada. Con sigilo, McHein entreabrió una de las puertas, encontrándose con que la habitación también estaba vacía, pues apenas sí tenía un par de grandes cajas de madera en una esquina, cubiertas de polvo y telarañas, así que al menos descartó la posibilidad de que estuviera haciendo limpieza. Se dirigió entonces hacia la puerta restante, y al abrirla con cuidado, descubrió que la puerta daba a unas escaleras de piedra muy antiguas y desgastadas. Cuando McHein quiso entrar, sintió un escalofrío a su espalda, y al darse la vuelta descubrió a Miroslav tras él, con su taza de café en la mano, el cual le dijo que su bebida estaba lista y que si quería acompañarlo para beber. Ambos caballeros se sentaron en unos viejos sofás de cuero negro colocados a los lados de lo que parecía una lujosa mesa de fina madera. Miroslav dió un sorbo a su bebida, la cual explicó que era un buen vino de su tierra y preguntó a McHein si le agradaba el café que le había preparado. McHein dio un sorbo y sonrió forzadamente, pues no quería ser grosero con Miroslav, y es que aunque el café sabía horrible, al menos le había quitado el frío. Entonces, Miroslav sonrió, mostrando unos blancos dientes, de los cuales resaltaban unos largos y afilados colmillos, a juego con su pálida piel y sus ojos claros, en contraste con su oscuro cabello. Finalmente, McHein preguntó por el motivo de su invitación, y Miroslav le dijo que tenía un trabajo para él, más claramente, un asesinato. McHein explicó a Miroslav que la forma de pago por asesinato era del 50% antes y el resto una vez terminado el trabajo, pero éste se negó, alegando que le pagaría al completo de una sola vez. Discutieron el precio, y Miroslav le dijo que cuando le dijera lo que debía hacer, entendería el porqué de ese pago. Entonces, el joven le mostró una foto, y McHein quedó sorprendido, incluso le preguntó porqué quería hacerlo así, entonces, Miroslav le dijo que su naturaleza no le permitía hacerlo él mismo y que por eso necesitaba de sus servicios. la foto que Miroslav le había dado no era otra cosa que una fotografía del propio Miroslav. McHein preguntó porqué quería hacer aquello, y Miroslav le dijo que se lo contaría, entonces, se levantó y pidió a McHein que lo siguiera, dirigiéndose hacia la puerta que daba a las escaleras y bajando por ellas, seguido por un asustado y confuso McHein. Al llegar abajo, McHein palpó con sus manos por las paredes del oscuro sótano, topándose con una especie de caja. Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, Miroslav surgió de entre las sombras, se acercó a la caja y la abrió, mostrando a McHein que aquella caja estaba forrada por dentro de lo que parecía tela roja, dándose cuenta rápidamente que se trataba de un ataúd. Miroslav le dijo que, ántes de matarlo, le iba a contar su historia, puesto que una vez muerto, nadie lo creería y no tendría sentido que la contara luego. Entonces, Miroslav comenzó su relato:
Todo empezó en 1876, en la ciudad de París. Yo era un joven ruso, proveniente de familia aristocrática. Había ido a Francia para finalizar mis estudios en medicina y, de paso, ver el mundo. La nueva república que estaba surgiendo era prometedora para el pueblo, pero yo, perteneciente a la nobleza, no podía más que ver con recelo a esos estirados corta cabezas. Por si no lo notaste, ese cuadro que hay en aquella esquina *dijo señalando un retrato que parecía antiguo* es de esa época, y es un retrato mío.
Me fui por las ramas, definitivamente. Como le decía, en París conocí a una bella señorita de familia adinerada. Tras un corto romance, ella desapareció sin decir nada. La busqué por toda la ciudad, moví contactos y hasta pedí ayuda a la policía, pero parecía que se la hubiera tragado la tierra. Al cabo de dos meses, y cuando estaba a punto de volver a Rusia, apareció en mi pequeña casa. Hicimos el amor de una manera increíble, y luego me contó su historia. No puedo contársela por varios motivos, incluyendo el respeto a su memoria y que no tenemos tanto tiempo, pero tenía que ver con determinados rituales en los que se había mezclado su hermano mayor. Ella terminó involucrada por querer sacarlo de esa secta, y al cabo de dos meses pudo lograr escapar. Estaba asustada e imploraba mi ayuda, no podía hacer otra cosa más que sacarla de donde se había metido. Tomamos el primer tren al este, y al cabo de un par de semanas, llegamos a destino. Mi familia me recibió extrañada, pero se aliviaron en cuanto les conté que Marguerie provenía de buena familia.Pero las cosas empeoraron. Marguerie vivía nerviosa, no sólo por estar en un lugar extraño con gente extraña, sino por cosas relacionadas con su experiencia en esa secta. Por las noches cerraba fuertemente las ventanas y las puertas, y no se despegaba de mi lado (obviamente yo aprovechaba eso último). Tiempo después, Marguerie enfermó de gravedad.Estuvo en cama por dos meses hasta que finalmente murió.Cual fue mi sorpresa cuando, una noche, la encontré desnuda y pálida a mi lado. Obviamente tenía que ser un sueño, así que hicimos el amor como aquella vez que nos reencontramos en Francia.Pero me di cuenta de que algo iba mal al notar que estaba muy fría, y que las sensaciones eran demasiado vívidas como para ser un sueño. Un sueño increíble me dominó luego del orgasmo, y me quedé dormido sin poder despedirme.Al día siguiente me encontraron delirando a causa de una fuerte fiebre. Mis padres me cuidaron e iniciaron una especie de cuarentena para que nadie más se enferme del mal que, según ellos,"había traído esa sucia francesa". Una semana después, al borde de la muerte, decidieron trasladarme a una pequeña cabaña, donde "podrían cuidar mejor de mí", según mis padres. La verdad era que estaban terriblemente asustados y no querían contagiarse de nada. Yo era como un leproso.Dos días después de que me lleven a esa cabaña, perdí la conciencia. Desperté al cabo de no sé cuánto tiempo, con mis progenitores mirándome. Nunca dijeron nada, pero ellos sabían que yo había muerto.A pesar de todos sus defectos, es destacable lo que mis padres hicieron por mí. En vez de matarme me cuidaron y se encargaron de que nadie sepa que era lo que me pasaba, hasta que pasaron los años y mi aspecto juvenil ya era sospechoso: decidí empezar a viajar por el mundo y hacer fortuna por mi propia cuenta.Los negocios rindieron y volví hecho ya no un aristócrata sino un burgués. Mientras me encargaba de mis empresas, empleaba una parte del dinero en buscar a Marguerie, sin frutos hasta el día de hoy. Lo único que quería era decirle que la amaba, lo que no había podido decirle la última noche que estuvimos juntos.Otra vez estoy divagando. Como le decía, volví al castillo de mis padres haciéndome pasar por un primo lejano. Mis progenitores ya estaban muy ancianos, y tuve la mala suerte de volver en la década de 1910. La revolución estalló y los rebeldes cayeron sobre nosotros. Todos los habitantes del castillo fueron fusilados, incluyéndome, claro. Tuve que hacerme el muerto (irónico, ¿no?) hasta que logré escaparme. Quizá en venganza, me dediqué a matar rebeldes con mis propias manos, me alimenté de ellos hasta que estuve los suficientemente fuerte para poder escapar de la nueva Unión Soviética.Sin rumbo, sin hogar, sin amor, me dediqué a los negocios. Sin embargo, participé en los conflictos bélicos del siglo pasado, para poder saciar mi sed de venganza. Debo haber matado veinte veces más hombres que usted, y totalmente gratis.Y ahora, un siglo y medio después de mi nacimiento, ya estoy cansado de ésta existencia. No puedo acabar conmigo mismo, está en mi ADN, pero necesito terminar con mi “vida”. No sé que hay después de la muerte, pero espero tener mi justo castigo por tanto mal que le hice a este mundo. Este mundo no puede ofrecerme más que sufrimiento, y por toda la eternidad: el infierno no me asusta, y por lo menos lo mereceré. “
McHein estaba alucinando, no podía creer lo que estaba oyendo. Aun así, tomo fuerzas para responder a Miroslav
¿Esperas que me crea todo lo que me acabas de contar?—dijo el asesino, agresivo ¿Crees que yo nací ayer?
Esa es la historia. No importa si la cree o no, yo solamente le estoy contando mi historia para que pueda entender mejor lo que tiene que hacer —contestó Miroslav, algo ofendido —.Como usted dijo, mientras le pague lo suficiente, lo hará.
McHein salió a todo correr de la casa, asustado, y se acostó pensando en su cliente, cuyo rostro le sonaba terriblemente familiar, aunque no recordaba de qué. Vampiro o no, tenía que acabar con él, y sabía como hacerlo. AL atardecer del día siguiente, volvió
a la casa de Vladimir, entró y bajó al sótano, pero al acercarse al ataúd, se percató de que estaba vació. La puerta se cerró tras él y de entre las sombras surgió Vladimir. McHein preguntó qué hacía y porqué, a lo que Vladimir le confesó que todo lo había inventado, y que había sido puro arte, pues había conseguido engañarlo y ahora podría matarlo tranquilamente. McHein preguntó el motivo por el cual quería acabar con él, y Miroslav sonrió con tono burlón.
James Von Drakul, director de la Jewels S.A. ...¿Te acuerdas?
McHein recordó, y se dio cuenta en un instante de por qué le resultaba tan familiar su cara. Era un rostro casi idéntico, pero más joven, al del hombre que había matado dos años atrás por encargo. Apostaría lo poco que le quedaba de vida a que el nombre de quien lo había encerrado no era Miroslav, sino James Von Drakul.
El mundo es un lugar horrible, McHein. Por lo menos, cuando muera, me voy a ir contento, pensando en que ayudé a limpiar un poco la suciedad. No grites: nadie te va a escuchar y vas a desperdiciar el aire que te queda. Au revoir, maldito sicario.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)